El pasado viernes 18 de enero pudimos disfrutar, en la sede de la agrupación, de la presencia de nuestro diputado Antonio Robles, que vino a hablarnos sobre la educación en manos del nacionalismo. Asistimos una treintena de personas, seguras de que la charla no tendría desperdicio, y no nos decepcionó.
Antonio Robles tuvo hace unas semanas una intervención sensacional en el Parlament, con ocasión de la discusión (frustrada desde hace tanto por la intransigencia nacionalista) sobre la iniciativa legislativa por una escuela bilingüe en Cataluña. Las intervenciones de Antonio ponen tan de los nervios a los portavoces de los partidos nacionalistas que le responden, que ellos mismos se desenmascaran y se les escapan frases que denotan su visión de la justicia y la democracia, de esas de las que uno, a la larga y cuando las cosas han cambiado, se arrepiente (y avergüenza) de haber dicho.
Antonio, en la charla, repasó el proceso que permitió, hace ya dos décadas, que los gobiernos nacionalistas de Pujol se hiciesen cargo de la educación de los niños en Cataluña para ponerla al servicio de la construcción nacional, olvidando la función principal de un sistema educativo, que es tener, simplemente, ciudadanos, no “ciudadanos catalanes”. Nos explicó cómo los gobiernos del Estado de la época permitieron ese desaguisado que desembocó en el sistema de inmersión lingüística obligatoria, ese tocomocho que se vende fuera como un modelo de integración, para quien se lo quiera creer.
Nos habló también del uso perverso que el nacionalismo hace de las palabras integración o cohesión para justificar que sólo unos padres tengan derecho a educar a sus hijos en la lengua oficial que quieren y otros no. También nos habló de las bases para la nueva Ley de Educación catalana, ironizando sobre el hecho de que se la considere “una Llei de País".
La charla de Antonio, que fue larga e interesante en todo momento, fue seguida por un montón de preguntas, a las que Antonio Robles casi no daba abasto a contestar, porque la sesión estaba tan animada que se generaban debates al vuelo. Alguien tuvo que apelar al piscolabis para que los asistentes recordasen que no estaban cenados, pero aún así, aunque ya con un vasito en la mano, Antonio siguió atendiendo a todo aquel que le preguntaba.
Gracias, Antonio, por venir, y sobre todo, por tu labor
Antonio Robles tuvo hace unas semanas una intervención sensacional en el Parlament, con ocasión de la discusión (frustrada desde hace tanto por la intransigencia nacionalista) sobre la iniciativa legislativa por una escuela bilingüe en Cataluña. Las intervenciones de Antonio ponen tan de los nervios a los portavoces de los partidos nacionalistas que le responden, que ellos mismos se desenmascaran y se les escapan frases que denotan su visión de la justicia y la democracia, de esas de las que uno, a la larga y cuando las cosas han cambiado, se arrepiente (y avergüenza) de haber dicho.
Antonio, en la charla, repasó el proceso que permitió, hace ya dos décadas, que los gobiernos nacionalistas de Pujol se hiciesen cargo de la educación de los niños en Cataluña para ponerla al servicio de la construcción nacional, olvidando la función principal de un sistema educativo, que es tener, simplemente, ciudadanos, no “ciudadanos catalanes”. Nos explicó cómo los gobiernos del Estado de la época permitieron ese desaguisado que desembocó en el sistema de inmersión lingüística obligatoria, ese tocomocho que se vende fuera como un modelo de integración, para quien se lo quiera creer.
Nos habló también del uso perverso que el nacionalismo hace de las palabras integración o cohesión para justificar que sólo unos padres tengan derecho a educar a sus hijos en la lengua oficial que quieren y otros no. También nos habló de las bases para la nueva Ley de Educación catalana, ironizando sobre el hecho de que se la considere “una Llei de País".
La charla de Antonio, que fue larga e interesante en todo momento, fue seguida por un montón de preguntas, a las que Antonio Robles casi no daba abasto a contestar, porque la sesión estaba tan animada que se generaban debates al vuelo. Alguien tuvo que apelar al piscolabis para que los asistentes recordasen que no estaban cenados, pero aún así, aunque ya con un vasito en la mano, Antonio siguió atendiendo a todo aquel que le preguntaba.
Gracias, Antonio, por venir, y sobre todo, por tu labor