Artículo de José Domingo, en su
blog
El “Pacte Nacional per la Immigració” ha sido firmado por lo más granado del poder catalán y por unas pocas asociaciones de inmigrantes controladas por el entorno socialista e independentista. Está abocado al mayor de los fracasos, por irreal. Después de tantos meses de trabajo resulta que la principal razón del pacto era condicionar el acceso a determinados permisos y derechos al al conocimiento de los inmigrantes de la lengua catalana. Para justificarlo vale todo, como definir al catalán como “lengua vehicular de acogida”, sabiendo que son miles los extranjeros que con el español como lengua materna encuentran trabajo y hospitalidad en nuestra tierra. Este idioma les permite comunicarse con el resto de la población, a excepción de con un reducido número de obstinados que se empeña en hacerles ver que sólo serán “benvinguts” si lo hacen en catalán.
Si hay un mundo en el que la movilidad es fundamental es el de la inmigración. Muchas personas arriesgan sus vidas en infames pateras o invierten sus escasos ahorros en los viajes que les transportarán al primer mundo. Desde esas lejanas latitudes llegan a Zaragoza o a Tarragona y no lo hacen para cuidar del manto de la Virgen de Pilar o para aprender el misterio “dels pronoms febles” sino para trabajar y poder enviar algunas remesas de divisas a sus países de origen. Hoy están aquí y mañana a seiscientos kilómetros.
En cambio, los firmantes del Pacto, obsesionados por una amputada forma de entender la catalanidad, tratan de hacerles más difíciles su vida y su movilidad. El asunto es evidentemente político, lo que pretenden es guardar las esencias patrias y que los recién llegados contribuyan con su cuota a la escenografía catalanista. En el imaginario de la “Nació catalana”, España y el castellano como lengua oficial sobran y para ello se inventan lo del catalán como lengua común de los catalanes.
El fanatismo es mal consejero porque no permite ver con claridad la realidad. A pesar de todo, florece, como en el caso de las mujeres pakistaníes a las que se les enseña el canto de “Els Segadors” (¡la prueba del algodón de la integración que no pasarían miles de catalanes nacidos aquí!) y que, acto seguido, por mero interés práctico, solicitan aprender el castellano.
Estas medidas, tan “progresistas”, las firman organizaciones que se autocalifican de izquierdas, pero las copian de los dirigentes más reaccionarios de otras latitudes, sin ir más lejos, Padanía, Austria o Flandes.
¡Felices Fiestas, en paz y sin discriminación por razón de religión, raza, creencia, origen o lengua!