Martin Dahms
Normalidad donde ésta no existe
Feria del Libro
En Frankfurt se presenta la “cultura catalana”, aunque con limitaciones discutidas
Cataluña es española hasta el cliché. Una de las cantantes actuales más estupendas de flamenco, Mayte Martín, es catalana. La plaza de toros “Monumental” de Barcelona ha celebrado en esta temporada su reapertura, en la que el afamado torero José Tomás celebró ante un lleno completo su reaparición largamente esperada por los aficionados. También en Cataluña se come, a la manera española, a las dos del mediodía y se cena no antes de las nueve, y la “marcha”, la vida nocturna de Barcelona, poco tiene que envidiar a la de Madrid y de Sevilla. Por no hablar de la literatura: algunos de los escritores más famosos en idioma castellano, como por ejemplo Eduardo Mendoza, Manuel Vázquez Montalbán, Juan Marsé, Juan Goytisolo, Javier Cercas o los autores de bestsellers Carlos Ruiz Zafón ((“La sombra del viento”) e Ildefonso Falcones (“La Catedral del Mar”, que aparecerá próximamente en alemán), son catalanes. La cultura catalana apenas se distingue de la cultura española.
Si no fuese por el idioma catalán. “Sin el idioma catalán no hablaríamos de cultura catalana”, asegura Josep Bargalló, director del Instituto Ramón Llull, la contrapieza del Instituto Cervantes español o del Goethe-Institut, y organizador de la presencia catalana como invitada en la Feria del Libro de Frankfurt.
Una lengua románica
El catalán es una lengua románica que, al igual que el francés y el castellano, se formó en la Edad Media partiendo del latín. El místico Ramon Llull (1232 hasta 1316) fue uno de los primeros autores en lengua catalana, y se le considera el padre de la literatura catalana, aunque no era catalán, sino mallorquín. Desde que Jaime I, rey de Aragón, conde de Barcelona y Señor de Montpellier, conquistó en el siglo XIII primero las Islas Baleares y después la costa oriental ibérica en torno a la ciudad de Valencia, arrebatándolas a los moros, se habla catalán también en esas otras dos regiones, una lengua que Jaime se trajo de Barcelona.
Si estamos de acuerdo con Bargalló en que la cultura catalana es hija de la lengua catalana, entonces la cultura catalana no es la cultura de Cataluña, que como hemos dicho es más que nada una cultura española, sino una cultura que se sirve del idioma catalán, tanto si se desarrolla en Cataluña, Valencia, en las Baleares, en el Perpiñán francés, la ciudad sarda Alghero o en Andorra, donde el catalán es la única lengua oficial. Por esa razón el Instituto Ramon Llull ha invitado exclusivamente a autores que escriben en catalán, sea cual sea la región de que proceden. Este hecho ha provocado en España un debate de alta carga política. Un debate interesante, porque afecta a cuestiones de “identidad” nacional y cultural que un país monolingüe como Alemania desconoce por completo.
Los catalanes –al igual que los valencianos o mallorquines- son bilingües, forman parte tanto del mundo catalán como del castellano y, por tanto, pueden decidir con cual de estos dos idiomas se introducen en el mundo de la literatura.
El poeta Pere Gimferrer, que escribe en catalán, publicó sus primeros tomos de poesía en castellano, Eduardo Mendoza escribe sus novelas en castellano y sus obras de teatro en catalán, Javier Cercas, que escribe en castellano, traduce los libros de Quim Monzó del catalán al castellano, y la mallorquina Carme Riera escribe sus novelas tanto en catalán como en castellano, pues como ella misma dice: “si he de ser traicionada, prefiero traicionarme yo misma”.
El bilingüismo es un beneficio, pero no todos los catalanes lo aceptan de buen grado. Los nacionalistas, que dominan en Cataluña, consideran que España es, en el peor de los casos, un poder ocupante, y en el mejor de los casos consideran que es un vecino incómodo del que se desconfía, aunque conviene llevarse bien con él. El español es un idioma universal, por lo tanto es útil, pero desde el punto de vista nacionalista no cabe duda de que el catalán es el verdadero idioma de los catalanes. Por esta razón se enseña en catalán tanto en la escuela como en la universidad, la lengua administrativa escrita es el catalán y las tiendas que no rotulan su género en catalán son multadas. El término oficial con que se denomina esta política reza “normalización lingüística”, una expresión que habría divertido a George Orwell, que luchó en la Guerra Civil española al lado de los anarquistas de Cataluña. No obstante esta “normalización”, los catalanes leen mayoritariamente sus diarios y sus libros en castellano, y gran parte de los escritores catalanes siguen escribiendo en castellano, dándose además el caso de que son los que más éxito tienen. Un nacionalista siempre lo razonará con el hecho de que el catalán estuvo reprimido durante el franquismo y también con la ocupación de Barcelona por las tropas españolas y francesas el 11 de Septiembre de 1714. En aquella guerra de sucesión, los catalanes se pusieron de lado del pretendiente al trono que finalmente perdió la batalla, y como castigo perdieron toda su autonomía. Desde su punto de vista se trata de una injusticia histórica a la que se oponen con todo su fervor catalanista.
Voces críticas
Este fervor y esta política de “normalización lingüística” a su vez enfurecen a los no-nacionalistas de Cataluña, por lo cual la presentación de la “cultura catalana” en la Feria del Libro de Frankfurt se ha convertido en tema de irritadas disputas. “El castellano no se ha sobrepuesto a la fuerza a la cultura catalana”, opina por ejemplo el sociólogo catalán Félix Ovejero. “A finales del siglo XV ya se imprimían en Cataluña tantos o más libros en castellano que en catalán. De ahí que en Frankfurt debería estar presente toda la cultura catalana, tan diversa y tan mestiza como es la sociedad catalana.”
Una oportunidad perdida
Así parece que la que ha sido invitada no es la cultura de Cataluña, sino la cultura catalana, mejor dicho la literatura en catalán, lo cual sería un nombre más acertado para esta presentación.
Muchos catalanes que escriben en castellano vendrán de todos modos a Frankfurt, invitados por sus editoriales. De todos modos, la presencia catalana durante la Feria del Libro hubiera sido una buena ocasión para presentar ante un público internacional el debate en torno a la catalanización de Cataluña. Pero este tema no figuraba en el programa de los organizadores de la presentación catalana como invitada. El Instituto Ramon Llull quiere vender una normalidad donde la normalidad no existe.
Texto de la oferta en Internet de la revista “Das Parlament” con el anexo “Aus Politik und Zeitgeschichte” (“Cuestiones de política y de historia contemporánea”).
© Parlamento federal alemán y central federal de formación política, 2007.
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