Tenemos políticos que se alegran por la proclamación de independencia de Kosovo, y que reivindican que España reconozca al nuevo Estado, en la línea de los grandes de Europa. Sin embargo, no se entiende que haya que dar la bienvenida a una nueva frontera en Europa, y menos que se tome como un ejemplo, olvidando todo el proceso que ha llevado a ello. Recordemos la carrera, alimentada por Alemania, hacia la desmembración del Estado yugoslavo, en difícil equilibrio desde la muerte de Tito. O la utilización parcial, por parte de la comunidad internacional, de la OTAN y los tribunales, para reprimir y castigar primero, y juzgar y condenar después, los crímenes serbios. La comunidad internacional fue ciega, sin embargo, ante los desmanes del resto de las entidades políticas surgidas de la Yugoslavia desmembrada.
Dejando aparte cuestiones prácticas, pero no menores, como si ese nuevo Estado será viable o va a quedar en manos de los mismos grupos mafiosos y terroristas que ya hace tanto que actuan allí, o el hecho de que otra vez Alemania se sale con la suya, se plantea un problema de fondo: cómo entendemos Europa.
Es inquietante lo que ha pasado con Yugoslavia. Para algunos, los Estados no basados en una comunidad étnica, religiosa, o cultural, son inviables por artificiales. Pero a lo largo de la Historia, justamente esas tan "naturales" y cohesionadas comunidades étnicas, religiosas, lingüísticas o culturales, han sido los motores de muchas disputas territoriales y guerras. Fomentar las fronteras entre esas comunidades es lo que propugnan aquellos más irresponsables entre nuestros políticos, que no dudan sin embargo en calificarse a sí mismos de europeístas. Otros, en cambio, vemos en la artificialidad de un Estado, como pacto de convivencia entre diferentes, la condición necesaria de la democracia, que es otra obra humana y artificial. También deberíamos ver en la formación de entidades de carácter estatal de ámbito cada vez mayor y la eliminación de las fronteras la condición para un futuro mejor. Posiblemente los grandes de Europa se han vuelto a equivocar.
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